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A partir de ahora, circular por las saturadas carreteras de acceso a Barcelona,
la C-31 y C-32, tendrá un nuevo factor a tener en cuenta: la velocidad
variable. En pocas palabras, la velocidad máxima permitida podrá
variar en función de distintos motivos.
En el cambio de la velocidad máxima se tendrá en cuenta la congestión,
la contaminación y otro tipo de incidencias, tanto de la vía como
climáticas. De los 80 km/h habituales, la velocidad podrá verse
reducida en tramos de diez en diez kilómetros/hora, pudiendo llegar ésta
hasta los 40 km/h.
De esta forma, la vía adapta la velocidad de los vehículos a
las circunstancias de cada instante, y así, entre otras cosas, se podrán
evitar accidentes, reducir el gasto de combustible y que se organicen menos
atascos.
Según los estudios previos, el modelo funciona. En cuanto a cifras puras
y duras y en las que se fijan los gobernantes, el número tanto de accidentes
como de fallecidos se ha visto reducido. En el día a día también
se muestran los buenos resultados reduciendo el tiempo empleado en recorrer
la vía.
Eso sí, cual yin-yang, en todo lo bueno hay algo malo. La inversión
requerida para poner en práctica en este modelo es alta. Las vías
deben contar, cada kilómetro, de pórticos y de señales
luminosas en la entrada de la vía que indiquen de la velocidad permitida
en cada momento.
El nuevo sistema comenzará a funcionar a partir del 15 de enero de 2009.
Para que los conductores se adapten, los radares esperaran dos meses para comenzar
a multar. A partir de ahí, si no se adapta la velocidad en un kilómetro
el radar saltará con la consiguiente multa.
Noticia extraída
de: CirculaSeguro.com